Safo de Lesbos por Charles Auguste Menguin
Queremos encontrar un ritmo propio, ajeno a la velocidad de los días. También, reactivar el sentido de pertenencia con la realidad que nos rodea. Parece un ensueño, y lo es. Pero dejarnos arrastrar por el consumo vacío, reducir el espacio a vivencias para el recuerdo y renunciar a un conocimiento a medida, lo reconocemos, por fin, como una pesadilla.
La autodisciplina y la prudencia son claves para acercarnos a nuestros deseos. Luchar contra los caprichos arbitrarios, una exigencia. Hallar el equilibrio depende de la voluntad, de una formación espiritual consciente. Por ello, la belleza no puede concebirse si otras cualidades cívicas como la bondad, la justicia o la verdad no le acompañan.
La bondad bella y la belleza bondadosa son dos ideas que en la antigua Grecia iban de la mano y que en ocasiones expresamos popularmente como lo “bonito”. Para que algo sea bonito, debe beneficiar a las partes implicadas: a nosotros, a los que nos rodean, al futuro y a la naturaleza.
Se trata de la justicia cósmica. Cada realidad debe ocupar su lugar en el universo. Si ese espacio no se respeta y se excede, entonces es injusto. Así lo marcan las leyes universales: si no se mantiene el orden de las cosas, se altera el equilibrio originario. Nada ni nadie debe ser desposeído de lo que le es debido.
Es una cuestión de consciencia. Ante las apariencias, correr el velo y, mediante la especulación o el pensamiento, revelar lo latente. Por eso la verdad es una tarea, una acción: desvelar lo oculto, como un camino de revelación hacia la realidad verdadera. Es negar el olvido, de los otros, de nuestras acciones o de aquello que no es fiel a su promesa.
Sin embargo, la escisión entre estética y ética es ahora abismal. Lo bello, con el paso del tiempo, se ha ido alejando de lo bueno, la justicia y la verdad, pues el esteticismo de la modernidad trajo como consecuencia la ausencia de compromiso cívico y responsabilidad social. Convertidas en expresiones subjetivas, la bondad o la belleza quedan confinadas al ámbito privado, como expresiones subjetivas, individuales. Y lo cierto es que solo a través de la búsqueda del bien común podremos transformar el mundo y avanzar más allá de nuestras propias vidas.
La bondad bella y la belleza bondadosa son dos ideas que en la antigua Grecia iban de la mano y que en ocasiones expresamos popularmente como lo “bonito”. Para que algo sea bonito, debe beneficiar a las partes implicadas: a nosotros, a los que nos rodean, al futuro y a la naturaleza.
Se trata de la justicia cósmica. Cada realidad debe ocupar su lugar en el universo. Si ese espacio no se respeta y se excede, entonces es injusto. Así lo marcan las leyes universales: si no se mantiene el orden de las cosas, se altera el equilibrio originario. Nada ni nadie debe ser desposeído de lo que le es debido.
Es una cuestión de consciencia. Ante las apariencias, correr el velo y, mediante la especulación o el pensamiento, revelar lo latente. Por eso la verdad es una tarea, una acción: desvelar lo oculto, como un camino de revelación hacia la realidad verdadera. Es negar el olvido, de los otros, de nuestras acciones o de aquello que no es fiel a su promesa.
Sin embargo, la escisión entre estética y ética es ahora abismal. Lo bello, con el paso del tiempo, se ha ido alejando de lo bueno, la justicia y la verdad, pues el esteticismo de la modernidad trajo como consecuencia la ausencia de compromiso cívico y responsabilidad social. Convertidas en expresiones subjetivas, la bondad o la belleza quedan confinadas al ámbito privado, como expresiones subjetivas, individuales. Y lo cierto es que solo a través de la búsqueda del bien común podremos transformar el mundo y avanzar más allá de nuestras propias vidas.
#EsaBelleza
La bondad bella y la belleza bondadosa son dos ideas que en la antigua Grecia iban de la mano y que la expresión popular lo “bonito” recoge en una sola. Para que algo sea bonito, debe beneficiar a las partes implicadas: a nosotros, a los que nos rodean, al futuro y a la naturaleza.
Se trata de la justicia cósmica. Cada realidad debe ocupar su lugar en el universo. Si ese espacio no se respeta y se excede, entonces es injusto. Así lo marcan las leyes universales: si no se mantiene el orden de las cosas, se altera el equilibrio originario. Nada ni nadie debe ser desposeído de lo que le es debido.
Es una cuestión de consciencia. Ante las apariencias, correr el velo y, mediante la especulación o el pensamiento, revelar lo latente. Por eso la verdad es una tarea, una acción: desvelar lo oculto, como un camino de revelación hacia la realidad verdadera. Es negar el olvido, de los otros, de nuestras acciones o de aquello que no es fiel a su promesa.
Sin embargo, la escisión entre estética y ética es ahora abismal. Lo bello, con el paso del tiempo, se ha ido alejando de lo bueno, la justicia y la verdad, pues el esteticismo de la modernidad trajo como consecuencia la ausencia de compromiso cívico y responsabilidad social. Convertidas en expresiones subjetivas, la bondad o la belleza quedan confinadas al ámbito privado, como expresiones subjetivas, individuales. Y lo cierto es que solo a través de la búsqueda del bien común podremos transformar el mundo y avanzar más allá de de nuestras propias vidas.
#EsaBelleza