La poesía digital de Helena Rohner
#ESABELLEZA - 01/12
La poesía digital de Helena Rohner
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La poesía digital de Helena Rohner
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Los objetos que diseña Helena Rohner son códigos convertidos en cantos rodados. Algunos los dictan las máquinas y todos son pulidos con las manos. El tiempo, la condición femenina y el vínculo con la naturaleza se expresan a través de ellos.

Como una alquimista del tiempo presente, Helena Rohner se ha valido de la cerámica, el cuero o la madera para transformar sus ideas en joyas.También se sirve de filamentos de pla  provenientes del maíz, la yuca, o la caña de azúcar para obetener piezas amables, cómodas y ligeras. Esto último lo hace de la mano de Comme des Machines, pioneros de la impresión 3d para industrias creativas.

Sus diseños se despliegan por media Europa, Estados Unidos, China, Japón -sobre todo en Japón- y Australia. Pero no solo ahora, pues fue hace 25 años, nada más arrancar en el mundo del diseño, cuando cerró sus primeros pedidos con Paul Smith o Barneys. Una carrera de meter gol, de tener suerte, de que todo te venga rodado. Pero a Helena también se le adivina tesón, mucha templanza y una idea del futuro clara. Hablo con ella sobre su condición de mujer en el mundo del diseño, de obstáculos, inspiración o conciencia de gremio.

¿Cómo te iniciaste en el mundo del diseño?

Tuve un año sabático entre la escuela y la universidad y me fui a Florencia. Me apetecía explorar mi creatividad y quise hacer un curso de fotografía, pero no había plazas y, literalmente,  había uno de joyería al lado en el que sí pude matricularme y lo cierto es que me encantó.  Después ya fui a Inglaterra a estudiar la carrera de políticas y por las noches hacía joyería. Me gustaba trabajar con las manos, hacer algo físico.

¿Qué te animó a estudiar Política Internacional?

Me pareció lo más natural a los 17 años. Las personas y la sociedad siempre me han interesado. Sigo siendo así  -me quedó mirando a la gente y mis hijos se mueren de vergüenza. Además, soy un poco de aquí y un poco de allí, una mezcla de culturas e influencias. Padre suizo y protestante, madre canaria, colegio en inglés con una pandilla mega mix, pues Las Palmas es un puerto muy importante y se nota racial y culturalmente, y con una sensación de no encajar del todo y mucha hambre por conocer. Un cóctel que resulta en la decisión de estudiar Relaciones Internacionales en Londres, en una universidad también con mucha mezcla, London School of Economics. Una suerte. Imagino que todo ello me ha dado la fuerza de defender mis ideas. ‘Sutil y tenaz’, ése era el  apodo de mis padres. 

¿Cuál fue el primer hito de tu carrera?

Venderle a Barneys Nueva York y Barneys Tokio. Era el año 94 o 95 y por aquel entonces trabajaba con Jacqueline Rabun. Iba con ella a las ferias de París y allí me di cuenta que la joyería que hacíamos se podía vender en tiendas de moda, no solo en joyerías o en galerías, sino que había una mujer que quería una pieza un poco más artística. Fue así como conocí a todos los compradores. Tuve una cita con Barneys en París, me compraron un montón y volví a Madrid con un pedidazo, de estos de “ay, cómo lo hago”. Pero lo hice sola y lo saqué adelante

¿Y cuánto tiempo llevabas profesionamente en la industria?

Nada. Yo trabajaba con Jacqueline, pero ya me había venido a Madrid y colaboraba aquí con Paloma Canivet, también en una galería de arte por las noches y en La Casa de América y al mismo tiempo empecé a hacer mis propias joyitas. Fue ella la que me animó: “coge cita con Barneys, enséñales lo que estás haciendo”. Y ellos compraron. Entonces ya hice la primera feria y vendimos a HP France que son unos distribuidores japoneses súper potentes a los que vendimos y seguimos vendiéndoles actualmente. Ellos fueron los clientes más importantes para introducirnos en el mercado japonés. Y en ese mismo año tuve cita con Paul Smith en Londres, que compró la colección de mujer y la pidió también para hombre. Y así fue cómo empezamos a hacer joyas para hombre. Llevamos trabajando con él 24 años.

¿Cómo era entonces ser una mujer creativa e independiente?

En estos 25 años he podido crear mi puesto de trabajo y me he rodeado de mujeres. Las únicas pegas con las que quizá me pueda haber topado en un mundo de artesanos, de joyeros y de torneros, es que a veces sí que me miraban como “la del hobby”. Pero claro, cuando el pedido no es de cinco piezas, sino de mil, la cosa cambia. Por otro lado, hemos luchado mucho por la independencia, eso es clave. Por eso me gusta la joyería, porque no dependo de nadie. En ropa, por ejemplo, tienes un fabricante, que te puede poner pegas, hay unos mínimos en los pedidos. Nosotros no los tenemos. Además, hacemos todo a medida y localmente. Somos un ecosistema que se sostiene porque tiene una entidad propia.

¿Cuáles han sido los mayores obstáculos que has encontrado a lo largo de tu carrera?

Gestionar un grupo de gente. Quizá es el más serio, el más importante y del que más orgullosa me siento.  También mantener una línea, pero, al mismo tiempo, seguir renovándome y, de alguna manera, demostrar que la empresa sigue viva. Porque si haces joyería que tiene que ver con moda, la gente espera que te plantees retos y ofrezcas algo atractivo e interesante.

¿De qué manera tus diseños mejoran la vida de quienes las poseen?

Cuando hay algo que uso, me gusta y se vuelve parte de mí, me da placer en el día a día. Yo espero que lo que yo hago, también genere esa sensación. Una joya bien diseñada es la que la clienta usa y no se quita, porque funciona, porque queda bien, porque no es muy pesada y no es incómoda. Ese es el buen diseño. Lo mismo con una vela, con una alfombra, o con un espacio. Diseñar es proyectar en el mundo lo que a ti te parece que falta.

El feminismo nos muestra una forma de mirar al mundo que actualmente ilumina la escena de las artes, las ciencia, la tecnología. ¿Influye esa perspectiva en la forma de concebir tu trabajo?

Todo lo que haces es una proyección natural de cómo te sientes. Yo me siento una mujer independiente con fuerza de decisión y capacidad de creación. No me da pudor hacer algo muy femenino, aunque  tampoco me da pudor hacer algo muy masculino. Como mujer he luchado por tener la capacidad de hacer lo que yo quiero. Defiendo siempre que puedo mi libertad, en lo que me rodea, incluida mi hija, por ejemplo. En la empresa somos 9 chicas y un chico y eso de alguna manera se refleja en nuestro trabajo.

¿Hay conciencia de gremio en el diseño?

Por un lado hay compañeros con los que siempre puedo contar y ellos también tienen mi ayuda. Por otro, formo parte de ACME porque me parece importante que hagamos gremio. Hay que involucrarse y hacer cosas. Y para eso hay que estar juntos.

¿Qué necesidades comunes os unen? ¿Qué tipo de ayuda pública necesita el mundo del diseño para mejorar?

Las ayudas están bien, pueden ayudar a más mercados. Ahora el mundo es el mercado. Los que somos pequeños como yo no podemos competir con marcas como Tous o Viceroy, ni en producción ni en publicidad. Tenemos que seducir al público específico que quiere lo que tú le das, que es una cosa como muy peculiar, hecha a mano, con esa carga de alma. Ahí te pueden ayudar a darte a conocer más, a distribuirte mejor, a entender qué posibilidades hay de mercado, a entrar en contacto con gente que está interesada en lo tuyo. Pero eso es muy difícil, la verdad, porque este grupo de diseñadores es tan específico, que una empresa de marketing o un ICEX tienen una visión a lo grande y no entiende las necesidades. Nosotros estamos en un punto medio. No somos el artesano, somos una empresa consolidada, pero tampoco hacemos miles de piezas. Y es una pena porque a un PYME al final crea bastantes puestos de trabajo, no solo en el diseño, sino también con la defensa de la artesanía. Nos podrían ayudar, sí, pero se necesitaría ampliar la sensibilidad de ese grupo de diseño y arte. Se trata de cuestionar esa visión de que cuando uno tiene una empresa, quiere crecer a toda costa. ¿Quiero crecer mucho más? La verdad es que no, porque entras en un mundo que te hace perderte. Es cuestión de conciencia: somos buenos en esto, en hacerlo pequeño y de esta manera mimada.

¿Cómo ha cambiado la industria de 20 años a esta parte? ¿Es más complicado ahora arrancar una empresa?

Sí, porque hay más competencia y menos dinero. Cuando yo iba a París me hacían pedidos de miles de piezas. Yo ya no tenía que llamar a nadie en 6 meses. Ahora hay que hacer un sobre esfuerzo contactando, haciendo seguimiento… muchas tiendas no te quieren comprar y prefieren que dejes los productos en depósito, entonces te tienes que poner firme y explicar que esa no es tu forma de trabajar. Te quieren devolver las cosas y además hay muchas trabas y muchos impuestos. Cuando yo empecé había mucho dinero, por lo que si había que gastar no pasaba nada porque también entraba. Pero cuando la economía está muy apretada, no puedes disponer de los materiales que te gustan y probar o fallar sale caro.

Una mentira del mundo que tardaste en desvelar

Que hay que crecer a toda costa. Y abrir más tiendas y ser más potente… de vez en cuando aparece alguien y me dice que hay un inversor y que podría… Entonces pienso que no tengo claro si quiero vender a toda costa en sitios que a lo mejor no conectan conmigo porque hablamos lenguajes tan diferentes que a la larga no funcionan. Vivimos en un mundo que siempre pide más. Más poder, más dinero,.. y la verdad es que, de vez en cuando me hacen dudar pero creo que ya no va a pasar.

Una gran verdad

Los afectos son muy importantes. Hay que cuidarlos.

 

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