Foto: Gema Palacio
Foto: Gema Palacio
De la misma forma que los edificios cumplen una función estética, modifican el hábitat humano y aportan funcionalidad a los espacios, las joyas de Gema Palacio en Lepagón no son piezas que decoran simplemente el cuerpo, sino que intervienen en nuestra forma de experimentarlo. Y es que esta arquitecta lleva creando joyas como si se tratara de obras de arquitectura a muy pequeña escala desde 2014.
Su segunda colección, “Centro de gravedad” está inspirada en el escultor, pintor y fotógrafo rumano Brancusi, en ese halo de sensualidad que desprendían sus esculturas. Pero el arte no solo le sirve de inspiración, Gema va un paso más allá y hace de la colaboración artística uno de los ejes de su proyecto. Ilustraciones exclusivas de Carla Fuentes acompañaron pedidos hasta agotar existencias, ha creado una serie documental de tres capítulos titulada “El Joyero” sobre la manera de exponer y percibir las piezas de la colección, además de un fashion film, todo junto a Jaqueline Larsen. Y por si no fuera suficiente, en estos momentos recopila imágenes de joyeros de mujeres a las que admira.
De Brancusi me interesaron mucho las piezas pulidas, que siempre plantea como posadas sobre superficies. Estas piezas ofrecían una relación muy interesante con el observador ya que se tiñen de la temporalidad de aquello que reflejan, desdibujando la realidad gracias a sus formas redondeadas. Por otro lado está el concepto de equilibrio e inestabilidad que provocaban el movimiento o danza sobre las superficies donde se posaban. Estos conceptos eran los que yo me quería traer a la colección. Pequeñas esculturas que se posan sobre nuestro cuerpo, donde la relación con el observador es más directa porque en vez de experimentar la escultura desde fuera, se transforma en expositor de la misma y ese movimiento de las esculturas de Brancusi, se traslada al propio movimiento humano.
Hay todo un halo de sensualidad en la obra de Brancusi, especialmente en sus esculturas pulidas. Extraigo una lectura femenina en estas esculturas, formas redondeadas, voluptuosas, suaves, sutiles y con una forma rotunda y un peso que me parecía necesario para esta colección. El peso de cada pieza se acopla al movimiento de la persona que las porta y sin embargo, la apariencia física es de ligereza gracias al juego de la reflexión.
La arquitectura es una disciplina transformadora y no puedes dejar de aplicarla en todo lo que haces. Desde la composición al diseño de estructuras o acabados. Saber diseñar algo adecuado para el uso de una persona y el poder jugar con la percepción, es algo que te brinda la arquitectura y además a cualquier escala, desde un picaporte o una silla, a un edificio y por supuesto, una joya. Hacer arquitectura para una escala tan pequeña es tomar el cuerpo humano como unidad de medida y punto de partida con el objetivo de potenciar determinadas cualidades que tenemos y que busco en cada diseño, siempre desde el punto de vista de la coherencia...
Hace tiempo medité sobre lo que quería hacer y como resultado extraje el lema "Reivindica la esencia, redefine lo simple". Huir de decoraciones banales, de modas, de "formas" fugaces o recurrentes... al paso del tiempo se sobrevive con elegancia y con una forma resultado de la función. El extraer la esencia de un diseño, el depurarlo y encontrar su solución más sencilla, es lo que lo hace bueno y especial y a mí me hace sentir bien.
Me gusta equiparar mis joyas con prótesis... Las diseño partiendo siempre del lugar del cuerpo donde van y asumiendo que son una necesidad para ese punto concreto del cuerpo. El objetivo es que la joya tenga una voluntad expositiva, es decir, que sea una herramienta para exhibir nuestra mejor versión física.
El anillo grueso Objeto 12, por ejemplo, te separa los dedos de forma que te expone el dedo "aislado" por el anillo, estiliza la mano. Por otro lado, su peso y grosor hacen que seas muy consciente de que lo llevas, convirtiendo el hecho de llevar un anillo en una experiencia física.
Foto: Jaqueline Larsen
Estamos apegados a los objetos por distintos motivos y las joyas tienen muchas connotaciones. Son objetos especiales que nos hablan de una relación íntima, suelen ser piezas que te compras a ti misma en un momento determinado o te regala alguien cercano y a menudo se heredan. En el joyero guardamos todo lo que tiene valor para nosotros. Me gustaba mucho la idea de recuperar la idea de guardajoyas, precisamente por el tipo de joya que me gusta diseñar. No es fastfashion, son piezas que quieres conservar con mimo porque hablan de ti, buscas que te acompañen en muchos momentos y su espacio es el joyero. Por otro lado, me parecen cajas del tiempo... conservan pequeños recuerdos que marcan hitos en nuestra vida y cuando los ves todos juntos tienes como una línea del tempo de tu historia.
El Joyero nació con la voluntad de exponer la colección de la misma manera que Brancusi exponía en su taller. Quería recrear ese espacio para la colección buscando esa vinculación entre las distintas piezas que la integran, y pensaba que tenía que encontrar la manera adecuada de mostrar cada pieza cuando estuviera fuera del cuerpo. En El Joyero podía ver muy bien la relación de conjunto entre todas y transformarlas de joyas a pequeños objetos escultóricos, descontextualizarlas. De esta forma me di cuenta de que las joyas adquieren todo su significado cuando las llevas puestas (es decir, cuando interviene el observador). Mientras, dentro del joyero, son pequeñas esculturas que dialogan entre sí.
Fotos: Gema Palacio
Brancusi era reacio a sacar su obra del taller, porque creaba a partir de lo que existía y completaba ese espacio donde unas piezas hablaban con otras. Dentro del taller tiene series de fotografías de cómo afecta la luz a lo largo del día en una misma escultura, y cómo esa pieza es abrazada por el entorno. O grabaciones del movimiento de una pieza sobre su peana donde puedes ver reflejado el resto del taller e incluso a la cámara. En otra serie de videos, aparecen mujeres que se pasean entre las piezas y las accionan. Muchas veces pienso si usaba a estas personas como observadoras o como esculturas en movimiento para ver cómo alteraban el conjunto. El taller hace las veces de sala de exposición. Es una relación muy bonita.
Totalmente. El hecho de elegir una joya ya me parece algo importante. Define cómo te sientes ese día y cómo te quieres ver. La relación con el cuerpo que busco con cada pieza está muy meditada y mi intención es que toda esa carga de contenido llegue al público y sea experimentable.
Pues fue una gran experiencia. ¡En algunos casos tuve que decir que eran joyas! Esto me encantó, porque significaba que la idea de Joyero como espacio expositivo de esculturas funcionaba. Una vez que se las probaban, la sorpresa de descubrir en primera persona el peso, y el cómo te cambiaba un anillo la forma de mover la mano, o el cómo unos pendientes te resaltaban ciertos aspectos de la morfología de la cara, fue muy gratificante. Sobre todo porque eran cosas que yo había proyectado y pude ver que llegaban al público. Creo que no son lo mismo cuando te las pruebas, ya que el factor experimentación es un 50% del diseño.
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