Ábbatte: entre ruinas, plantas tintóreas y urdimbres 
Ábbatte: entre ruinas, plantas tintóreas y urdimbres 
Ábbatte: entre ruinas, plantas tintóreas y urdimbres 
Ábbatte: entre ruinas, plantas tintóreas y urdimbres 
Ábbatte: entre ruinas, plantas tintóreas y urdimbres 

Los restos del Monasterio de Santa María de la Sierra han sido el lienzo sobre el que Elena Goded ha dado forma a su sueño: una firma de manufactura textil donde los tintes naturales y los telares se encuentran.

Los restos del Monasterio de Santa María de la Sierra han sido el lienzo sobre el que Elena Goded ha dado forma a su sueño: una firma de manufactura textil donde los tintes naturales y los telares se encuentran.

Los restos del Monasterio de Santa María de la Sierra han sido el lienzo sobre el que Elena Goded ha dado forma a su sueño: una firma de manufactura textil donde los tintes naturales y los telares se encuentran.

Los restos del Monasterio de Santa María de la Sierra han sido el lienzo sobre el que Elena Goded ha dado forma a su sueño: una firma de manufactura textil donde los tintes naturales y los telares se encuentran.

Los restos del Monasterio de Santa María de la Sierra han sido el lienzo sobre el que Elena Goded ha dado forma a su sueño: una firma de manufactura textil donde los tintes naturales y los telares se encuentran.

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“Hay algo en este lugar, quizá ondas magnéticas, que te produce un sentimiento especial. Al llegar aquí sientes paz instantáneamente”. Elena Goded hablaba así del Monasterio de Santa María de la Sierra la mañana que fuimos a visitarla. Era el 10 de abril, ya primavera, pero en Collado Hermoso nevaba. Nos acercamos hasta allí para conocer a esta bióloga y emprendedora que durante los últimos 14 años ha consolidado las ruinas cistercienses situadas en la ladera de la sierra segoviana del Guadarrama. Junto a la abadía –adquirida por ella y su marido en 2005- se ha construido una gran nave en la que cobra vida Ábbatte, su firma de manufactura textil hecha a partir de tintes naturales. Compuesta por una estancia destinada a la docencia y un taller textil, se integra de forma natural con el entorno. El cultivo de un jardín botánico de plantas tintóreas y una cabaña para tintes naturales terminan de completar el conjunto. Toda una empresa que tiene como fin reivindicar una antigua forma de trabajar, la artesanal, a través del diseño contemporáneo.

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El Monasterio de Santa María De la Sierra fue construido entre 1220 y 1270, durante la transición del románico al gótico, y desamortizado en 1836.

“Hay algo en este lugar, quizá ondas magnéticas, que te produce un sentimiento especial. Al llegar aquí sientes paz instantáneamente”

Elena Goded es licenciada en Biología, titulada en Magisterio, diplomada en Diseño de Moda,  doctora en Educación y también alpinista. Una de esas trayectorias en principio bifurcadas, serpenteantes, pero que con el tiempo encuentran un destino a medida. En su caso ha sido Ábbatte,  proyecto que le ha valido el Premio Nacional de Artesanía en la Categoría de Emprendimiento y el Premio Hispania Nostra a las Buenas Prácticas en la Conservación del Patrimonio Cultural y Natural. Ahora, además, es la cara visible de la recién constituida Asociación Nacional de Artesanía Contemporánea.

Natalia Pérez Delgado con la cámara de fotos en mano y yo con la grabadora viajamos desde Madrid a este monasterio cisterciense para entrevistarla. Antes de llegar, ya imaginábamos que la belleza de aquel entorno históricamente sacralizado nos iba influir, pues hoy, semanas después, todavía sentimos su magnetismo. Lo que no esperábamos es que Elena nos recibiera en “la estancia” con té, magdalenas y chocolate.

Donde el diseño de moda y la biología dialogan

Cuando Elena te cuenta su historia, te cuestionas en qué medida el azar en nuestras experiencias es  determinante. Que una bióloga que ha desarrollado su carrera en el ámbito académico termine al frente de una empresa de manufactura textil podría parecer una carambola del destino. Sin embargo, esa confluencia no fue aleatoria, pues desde pequeña siempre le habían encantado las telas y los colores. 

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“Entonces me di cuenta de que la unión entre el diseño de moda, el textil, las telas y la biología eran los tintes"

“Entonces me di cuenta de que la unión entre el diseño de moda, el textil, las telas y la biología eran los tintes"

“Pero bueno, me hice bióloga, y siempre me ha gustado mucho también la enseñanza, por eso también soy profesora de primaria, maestra, aunque no he ejercido nunca”, nos cuenta. Fue a mediados de los años 70, cuando visitó una exposición de plantas tintóreas en el Jardín Botánico de Madrid, que quedó fascinada por el mundo del color a través de las plantas. “Entonces me di cuenta de que la unión entre el diseño de moda, el textil, las telas y la biología eran los tintes. Por eso al acabar magisterio me matriculé en la primera escuela que hubo en Madrid de diseño de moda, en la calle Regueros. En 1985 me salió una plaza en la universidad a distancia y le pregunté al director del programa si podía dar un curso llamado ‘Tintes naturales’, pensando que me diría que no, pero le expliqué que a través de los tintes puedes conocer la botánica, el color, y otros muchos aspectos transversales. Me dijo que adelante. Al cabo de unos años vi que se me quedaba corto, lo transformé en taller de artesanía textil y lo impartí durante 25 años”.

De las ruinas al sueño

Elena y su marido tienen una casa, un molino rehabilitado, cerca del monasterio, por lo que muchas tardes se acercaban allí a ver la puesta de sol. En el 2005, estando totalmente abandonado, les surgió la posibilidad de comprarlo. “Hicimos cálculos y decidimos ofrecer lo que por aquel entonces sería el equivalente a un adosado en Majadahonda, Pozuelo. Y lo aceptaron instantáneo. Les podríamos haber propuesto lo mismo que un apartamento, porque se lo querían quitar de encima ya que, al ser un BIC (Bien de interés cultural desde 1931), supone muchas responsabilidades. Total, que con eso entre manos nos preguntamos, ¿Y ahora qué hacemos con esto?”.

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Fue su marido quien le animó a dotar de vida al espacio montando una empresa en torno a su afición por los textiles. “Al principio, con bastante espíritu mezquino, la idea me horrorizó. Yo era funcionaria, tenía mi plaza en titularidad y todos los meses me llegaba del cielo mi sueldo. Finalmente pregunté a ver si me daban la excedencia y, como llevaba más de 32 años ejerciendo, no me pusieron ningún problema, todavía no la jubilación porque no tenía la edad (aunque ahora ya sí la estoy cobrando). Entonces me puse a montarlo, pero quería que tuviera dos partes: el taller y la estancia, donde hacemos cursos, talleres, conferencias, etc. Porque yo necesito seguir con la docencia. Es mi vocación”.

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Por aquel entonces, su  hija Camila Lanzas Goded, que había estudiado diseño en Londres, se dedicaba en Madrid al diseño de joyas. “Ella andaba un poco perdida, así que le pedí que me ayudara a montarlo, se empezó a involucrar y ahora lleva como diseñadora de Ábbatte desde que arrancó la empresa en 2012. Al año y medio ya le dieron el Premio Nacional a la Artesanía y el Emprendimiento. Después les dieron el premio Hispania Nostra. Fue muy rápido. Ella es muy buena con el color. Ábbatte es color.”, nos cuenta.

La estancia, la docencia

La nueva nave anexa al monasterio tiene en su primer tramo un espacio en el que madera, piedra y cristal sirven de marco para el cuadro natural que proporcionan las vistas, un paisaje castellano que aquel día estaba envuelto por la nieve y la niebla.

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Allí, el frío se contrarresta con una gran chimenea que corona la estancia donde tiene lugar un seminario permanente, ‘Historia a través de la vida cotidiana: Mobiliario e Indumentaria’, consistente en cursos monográficos en torno a un periodo de la historia. Para cada uno de ellos se elabora un traje histórico de esa época de un tamaño de 70 cm. “Es muy útil porque lo puedes desnudar, ver las piezas. Son patrones documentados en los trajes históricos y que nos ceden en el Museo Victorian & Albert de Londres”, comenta Elena. 

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“Hemos estudiado a Maria Antonieta y también confeccionamos su traje. El último fue el de Luis XVI y con él arrancamos el de los trajes masculinos. Es una colección por épocas. Por ejemplo, el traje en el XIX evoluciona muchísimo. De ese siglo hicimos Josefina Bonaparte, el traje imperio. Luego hemos hecho el polisón y ahora vamos a hacer el de Sisí Emperatriz, de mediados de siglo, con el panier circular. De la Edad Media de momento hemos hecho uno. También del periodo antiguo hicimos un romano y un cretense. Hay para dar y tomar”, concluye.

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Además se imparten talleres de tintes naturales, cestería y sombrerería, así como conferencias. “Traemos a gente que creemos puede ayudar a difundir el proyecto. Por ejemplo, vino Lorenzo Caprile a hablar de la historia de la moda. Y está previsto que venga Amparo López Redondo, conservadora jefe del museo Lázaro Galdiano, que va a dar la historia de la seda en España desde que la trajeron los árabes hasta el siglo XVIII. Siempre tiene que tener un nexo con el textil”

El jardín botánico, las especies

En el antiguo huerto de los monjes, orientado a poniente, Elena cultiva 80 especies vegetales. Pocas de ellas son utilizadas para teñir los tejidos de Ábbatte, pues su fin es más bien educativo. Paseando entre todas ellas, nos explica en qué consiste: “Aquí no teñimos con lo que cultivamos. Para teñir tienes que tener una extensión inmensa. El Jardín botánico es para dar a conocer las plantas. Algunos líquenes o bayas sí son de aquí, pero en general los compramos de sitios en los que se están cultivando y los venden”. Por otra parte, es difícil encontrar especies que se adapten al clima. “Estamos a 1100 metros de altura. Ahora ya veis cómo nieva y en verano hace un calor horroroso. Además, se las comían los jabalíes, por lo que hemos tenido que rehacer la valla”.

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Todas las plantas están acompañadas por una ficha en la que aparece el nombre común, el botánico, a la familia a la que pertenece, la parte de la planta que tiñe y los colores que se obtienen. Algunas tiñen con las hojas, con las cortezas, con la flor o con todo. Entre las más destacadas están Bella Diana (Coreopsis tinctoria Nutt.), Hierba Pastel (Isatis tinctoria L.), Cetro de Ceres (Reseda luteola L.) o Corazón de Ciervo (Hypericum perforatum L.). Pero, sin duda, destaca la Rubia o Granza (Rubia tinctorum L.), pues con ella –utilizada en la zona mediterránea desde el Antiguo Egipto- se perpetúa la antigua tradición segoviana para su uso y comercio.

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La cabaña de los tintes, la magia de los colores

Al llegar a la casita de madera situada frente al Monasterio, Elena confiesa: “Este es el lugar donde tengo mi corazón, pero poco me deja la vida venir. Aquí pasas un día y te abstraes del mundo, se te va el tiempo y no te das cuenta de que se te han ido las horas”.

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“Este es el lugar donde tengo mi corazón, pero poco me deja la vida venir. Aquí pasas un día y te abstraes del mundo, se te va el tiempo y no te das cuenta de que se te han ido las horas”

Rodeadas de madejas, ollas y plantas secas, nos explica una expresión que ella misma ha acuñado, ‘los tintes lentos’.  “Cuando ves un tinte te cuesta mucho decir si es rosa, rojo, naranja o más bien un rojo anaranjado. Aquí un amarillo no es simplemente un amarillo. Un verde puede ser un amarillo verdoso, un poco con un punto gris. Esa información tarda en llegarte al cerebro, con lo cual, también te produce otro tipo de emociones”.

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Depende en gran medida también de las condiciones medioambientales. “La cantidad de lluvia hará que las plantas lleven mayor o menor cantidad de pigmentos, por lo que darán tonos más oscuros o más claros y se resaltará más el rojo y perderá azules, por ejemplo. La tierra donde se ha cultivado también te da un tono. Es la magia de los colores con tintes naturales. En cualquier caso, entre ellos siempre hay una armonía de color”.

El taller, las tejedoras

Ana María Martín Gil, nacida en Prádena, un pueblo muy cercano a Collado Hermoso, comenzó a tejer hace 35 años en Segovia. Ella enseñó a sus compañeras Ana Isabel López Ayuso, Cristina Escribano Mendez, Mari Carmen Gimeno de Nicolás y Paloma Martínez Torres el oficio. Esta última, además, es sastra de los trajes históricos.

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Ana María Martín Gil

En el taller cuentan con siete telares (más cuatro en el sótano) aunque no todos sirven para cualquier tejido. “Los de pequeño tamaño suelen ser para seda, para alpaca fina, para linos. Con otros se hacen las alfombras y con cada uno se teje de una forma distinta. Con el más grande se pueden hacer piezas de hasta 2,40 metros de ancho y 30 metros de largo y vale para mantas, alfombras, mantelerías, chales, mantones o estolas”, explica Elena.

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 “Lanas de Castilla, alpacas de Perú, Chile y Bolivia, seda, cashmere, linos de Egipto y Bélgica, yute y cáñamo”

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Piezas artísticas para la vida diaria, como ella misma las califica, tejidas con “lanas de Castilla, alpacas de Perú, Chile y Bolivia, seda, cashmere, linos de Egipto y Bélgica, yute y cáñamo”, y que posteriormente se venden en la tienda madrileña. “Nos la hizo la decoradora Mafalda Muñoz. Es chiquitita, muy monacal y austera. El suelo es todo de piedra caliza de aquí de Pedraza y de Sepúlveda, que es una caliza un poco rosácea, las paredes nos las hizo estucadas en el mismo color que la piedra, y las puertas de bajada y las ventanas nos las hizo con un arco, recordando un poco el punto de aquí del monasterio”, explica Elena sobre el punto de venta situado en la Calle de Villanueva.

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Ábbatte, una aventura de Elena Goded en la que la elaboración tradicional y el diseño contemporáneo hacen de lo "hecho a mano en España" un objeto de deseo. Porque ¿quién dijo que la artesanía tenía que ser aburrida?

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Fotos: Natalia Pérez Delgado

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